No conozco a nadie a día de hoy a quién no le guste van Gogh. Puede que sea por sus colores, sus pinceladas que transmiten movimiento o la gran variedad de cuadros de arte con diferentes temáticas que pintó a lo largo de su vida… sea como sea, hay algo que nos hipnotiza a todos… a grandes y a pequeños. Así que cuando la exposición Van Gogh Alive llegó a al Ateneo Mercantil de Valencia (estuvo entre el 27 de julio y hasta el 17 de noviembre) no pude resistirme a experimentar con ella.
Ya la conocía de antes, por diferentes blogs, artículos de prensa y vídeos de Youtube, pero todavía no había tenido la oportunidad de disfrutarla in situ. Y aunque es bien cierto que me decepcionó un poco (en gran parte por el espacio donde se instaló la exposición), no deja de ser una experiencia interesante en la que disfrutar del arte de una forma inmersiva y diferente, al menos una vez en la vida. ¡Y es que el arte digital e inmersivo ha llegado a nuestro mundo para quedarse!
El público usuario a través de grandes imágenes proyectadas en las paredes, pilares, techos y suelos del espacio expositivo, y con música clásica de fondo para sumergirse más de lleno en la experiencia a través de los diferentes sentidos – la vista, el oído y el tacto – disfrutan de un viaje a través de la vida y obra del artista Vincent van Gogh, sobre todo por las obras que pintó en Arles, Saint Rémy y Auvers-sur-Oise.


También pueden pasear por los diferentes rincones del espacio expositivo multimedia, experimentar con las obras tocando las superficies, hacerse selfies, fotos o vídeos, así como sentarse en el suelo o sillones que hay y disfrutar de la música y las «vistas» relajadamente el tiempo que quieran. Nuestros sentidos pronto captan cada uno de los detalles de las obras de arte que se exponen, y te sorprenden con pequeñas sorpresas cuando algunas de estas obras de arte cobran vida y observas como un tren recorre uno de los paisajes que retrató el pintor, o por ejemplo, cómo se mueven sus cielos estrellados. Pequeños detalles que no sólo captan la atención de los usuarios, sino que los sumergen dentro de esta experiencia multisensorial como si formará parte de la misma.


La exhibición comienza con algunos paneles informativos sobre la vida del artista (una breve biografía) y siete de sus principales obras de arte, así como una reproducción a tamaño real de su obra «El dormitorio de Arles», a modo de instalación artística. Es alucinante ver cada uno de los detalles plasmados delante de ti, siendo un gran recurso museográfico interactivo con mucho potencial. Lástima que no permitan, al menos en Valencia (porque en Instagram sí que he visto que en otro lugares podían entrar dentro de la instalación, sentarte en la silla o la cama), poder entrar dentro de él e interactuar con el mismo. No olvidemos que ahora mismo los museos pop-up (véase el Museum of Ice Cream) están más de moda que nunca, y todo porque dejan a los usuarios experimentar con el espacio y los objetos, sin ningún tipo de restricción o norma.

A continuación, le sigue la exposición multisensorial con más de 3.000 imágenes diferentes proyectadas que hemos comentado anteriormente. Según la información de algunos medios, a las imágenes, los gráficos en movimiento y la música se le añadía una experiencia olfativa a través de diferentes aromas como perfumes de limón, lavanda o salvia que recreaban el ambiente francés donde pintaba van Gogh. No puedo opinar sobre esta parte, porque cuando fui, en ningún momento capte ningún aroma que acompañase a la exposición. De ser cierto, es un punto a favor más de la exposición, pues ya con él, tendríamos cuatro de nuestros sentidos en pleno rendimiento.

Y la última sala, en mi opinión un gran acierto, se trata de un espacio interactivo donde los usuarios siguiendo las instrucciones de los vídeos, pueden dibujar, o al menos intentar, un árbol o un rostro.
Sí, pero…
- Precio desorbitado. El precio de la entrada (17,50€) por unas proyecciones con una duración de menos de 30 minutos me parece desorbitado. Y que en realidad, no estás viendo ninguna obra de arte real, sino que son sólo proyecciones de luz sobre una pared. Me recuerda un poco al videomapping, pero mucho más sencillo y sin apenas efectos visuales en 3D.

- Saturación de público en las salas. No se regula el aforo de las salas expositivas, así que si vas en un horario clave, como antes de comer o a media tarde, no disfrutaras al 100% de la experiencia sensitiva de la exposición debido a la gran cantidad de gente para un espacio tan pequeño. No me quejo de que los niños hablen, canten, jueguen con los colores y la luz y corran (es más, siempre y con precauciones, los museos deberían ser menos restrictivos y dejar hablar y «experimentar» – siempre sin poner en peligro los objetos museográficos – en estos espacios culturales), pero sí de la masificación que había, donde a veces sólo veías que cabezas. Y además, habían pocos asientos…

- Poco contenido informativo… Ya sé que se trata más de una exposición visual, donde destaca el arte digital y la experimentación, pero hubiera sido interesante que ofrecieran algún tipo de contenido informativo mientras se visualizan las imágenes… porque seamos realistas, no todo el mundo conoce bien o un poquito la historia de van Gogh, o muchas de sus obras quitando las más conocidas como los «Girasoles», sus «autorretratos», o sus cielos estrellados. Las personas que conozcan al artista, podrán entender los cambios de música, el uso de los colores en sus obras y la temática de las mismas… y los que no, quizás a través de las emociones y las sensaciones que despiertan los cuadros en ellos, podrán intuir la psicología del artista… ayudados por unas pocas citas textuales que aparecen de vez en cuando.

- Ármate de paciencia. Si quieres conseguir una foto en un determinado cuadro, hay que tener paciencia y esperar. Lo bueno es que puedes estar todo el rato que quieras dentro, y que la proyección entera no tiene una duración de más de 30 minutos, así que puedes observar la reproducción multimedia tantas veces como quieras y esperar el momento propicio para hacerte la foto.

A pesar de algunas cosas malas o mejorables, no deja de ser interesante sumergirse en el arte desde otro punto de vista. Poder tocar o ver de cerca los colores, su técnica, cada una de las pinceladas… relacionarte de una forma más personal y práctica con las diferentes obras de arte de van Gogh en un espacio diseñado con tal propósito, lejos de las normas restrictivas de las convencionales visitas a los museos, es como mínimo curioso.
También se nota la intencionalidad de los creadores de esta diferente exposición. La de despertar la sensibilidad y las emociones de los usuarios a través de los tres sentidos (o cuatro, dependiendo del factor olfato de las salas expositivas) sin estar influenciados por los conocimientos que se tengan del pintor, acercando el arte de una forma didáctica, divertida y participativa, fuera de lo usual.
Como he dicho anteriormente, el «arte digital ha llegado para quedarse». Y no sólo eso, sino que asistimos cada vez más a un público participativo, activo y demandante. Un público que sabe lo que quiere: uso de nuevas tecnologías, interacción a través de sus dispositivos móviles e in situ en la misma exposición, y que ante todo demanda nuevos discursos o contextos históricos y sociales actuales. Esto sólo es un ejemplo, pero los museos deben empezar a cambiar algunos clásicos patrones y establecer nuevas formas de interacción para continuar despertando la curiosidad en sus usuarios e integrarlos entre sus paredes y sus colecciones.
¿Vosotros habéis ido? ¿Qué opináis sobre la exposición?