¿El futuro de la cultura pasa por la digitalización?

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Últimamente leo que cada vez hay más personas que abogan o creen que el futuro de la cultura pasa por la digitalización. Además, es curioso cómo se utiliza digitalización como sinónimo de progreso, de no quedarse atrás, de estar a la última. Pero, ¿realmente ahí está el futuro? ¿puede ser que dos, tres meses o un año de una situación excepcional puedan cambiar los hábitos de forma radical? ¿Se puede hablar de un fenómeno global cuando cada cultura es distinta? ¿Hay, efectivamente, un aumento del consumo digital de la cultura? ¿Es una revolución o se usan las mismas herramientas desde hace años? ¿Esta situación otorgará visiones, opiniones y perspectivas diferentes al sector o se seguirá una única línea? ¿Quién determina la línea a seguir?

Titinicola(2017): Español: Uso de dispositivos digitales, educación virtual. By CC.

Hace años que la digitalización entró a formar parte del sector cultural. En el 2012 aparecieron una serie de blogs y twitteros/as que pretendían dar una visión alternativa, diferente y crítica sobre la gestión cultural imperante. En su inicio fue bien acogida, aunque la mayoría se escondían detrás de seudónimos para que no descartasen sus perspectivas por no tener cierta edad, estatus social o laboral. Parte de ellas/os consiguieron que sus voces fueran escuchadas. Pero casi una década después, ¿ha habido un cambio o realmente siguen siendo aquellos que tenían el estatus (ahora desde las redes sociales) teniendo la exclusividad en su escucha, la etiqueta de «rigor profesional», y el resto repite sus ideas a modo de «mantra»? ¿podemos caer en la situación que por seguir esta línea (en este caso apostar completamente por la digitalización) la acabemos provocando? ¿las redes sociales son espacios de debate o de seguir las ideas de personas con sello de «legitimidad»? ¿o son las grandes corporaciones que deciden realmente el futuro de la cultura abogando por las grandes plataformas y los profesionales que piensan que eso es vanguardia se suman y empujan el carro? ¿nos falta «escucha activa»?

Por otro lado, se habla de digilitzación de forma global. Pero no hay que olvidar que cada cultura es distinta y sus hábitos de socialización diferentes. La cultura mediterránea (perdonadme la generalización) se centra en el contacto entre las personas en espacios públicos y en lugares de restauración. Se ve claramente en el tipo de urbanismo en el cual se mezclan en la misma calle viviendas y pequeños negocios. Cuando se sale a la calle hay vida, de hecho, la vida se hace en la calle. No obstante, Reino Unido (o EEUU) tienen otro tipo de hábitos y su urbanismo se ve reflejado en urbanizaciones completamente residenciales (sin negocios) y centros neurálgicos de consumo, como son los centros comerciales o las grandes superficies. Es curioso, para alguien procedente de España, pasear por las zonas residenciales y no ver ningún bar ni tienda en las zonas próximas. Además de la dependencia que estos modelos crean con el uso de vehículos y el choque frontal con las iniciativas para frenar el cambio climático.

Entonces, hablando de digitalización ¿el cambio del consumo cultural será distinto en estas dos situaciones? Es evidente, que en los últimos años, a causa de la globalización, hay una aculturización de estos modelos asociados a progreso, innovación y modernidad. Pero ¿quién los relaciona con modernidad y progreso? Las grandes corporaciones crearon la necesidad y ahora mismo están empujando hacia ese tipo de consumo, en el cual prima el número y no la experiencia. Es un modelo completamente cuantitativo liderado por ellos mismos. Ellos deciden qué, cómo y cuándo vas a usar una plataforma u otra y qué contenidos vas a consumir. Recordad hace 2 años los anuncios de TiK ToK que aparecían en todas las plataformas. Algunos profesionales de la cultura piensan que este cambio de consumo procede de la misma ciudadanía y lo relacionan con innovación. Por tanto, apoyan este cambio que tal y como dice Hernández en su artículo Por qué están ganando las tecnológicas: Netflix y el ‘lumpenartista: «más que debatir acerca de lo digital o de lo físico, hay que hacerlo acerca de unos modelos de negocio que están derivando los ingresos hacia la cúspide de la pirámide y dañando sustancialmente las posibilidades del resto de operadores. Que el mundo cultural se divida en muy pocos que tienen éxito y una gran mayoría de invisibles no es casualidad, sino consecuencia de esta situación«. Es decir son modelos que polarizan (más aún) la economía del sector cultural. Es como PRIMARK con la ropa. Pero, si hasta en el informe PISA se hace una crítica hacia este modelo, ¿la solución es adquirir esos modos de socialización (que llevan implícitamente la aceptación de este tipo de economía polarizada) o revalorizar la diversidad como un elemento clave?

Después de este confinamiento en el cual las calles estaban vacías y nos estremecía este hecho, ¿vamos a adquirir un modelo que se basa en el aislamiento social? ¿no hay una gran necesidad por parte de la ciudadanía de contacto humano? El consumo de la cultura se basa en la experiencia sensorial, en el contacto con otras personas, en el intercambio, en expresarse con todos los sentidos, ¿de forma digital se puede acceder a esta experiencia? El caso de los youtubers a mi me parece revelador. Youtubers con miles de seguidores que luego van a un centro comercial o un festival y hay filas de 3 y 4 horas simplemente para poder ver físicamente y poder abrazar a la persona. ¿Esta no es una muestra de la necesidad humana del contacto físico y la desvirtualización? ¿la cultura no se basa justamente en vivir la experiencia?

Otro aspecto que en la crisis del COVID19 se ha hecho latente es la cantidad de producciones digitales que han publicado los creadores culturales. Museos que se han abocado a hacer contenidos didácticos en la web, teatros que han emitido sus obras, pero mi pregunta es: ¿Ha habido un mayor consumo de estos recursos culturales por parte de la ciudadanía? ¿o ha sido el propio público fidelizado que los ha consumido y que, una vez, se pueda volver a salir a la calle y socializar retomarán el formato anterior? Es curioso el caso de los festivales online por cuarentena, las primeras semanas miles de personas se conectaron, no obstante en las últimas semanas se han desconvocado, pasando al olvido. Por tanto, la disponibilidad de la digitalización de la cultura por parte de sus creadores es latente y visible, pero ¿realmente se han abierto nuevos públicos? ¿existe una necesidad real del consumo cultural digital? ¿o es un sustituto del tradicional turismo presencial?

La formación online sí que ha encontrado un repunte, pero este tipo de formación ya estaba en auge, pues con un estilo frenético de vida en el cual debes formarte para ascender laboralmente, pero debes trabajar para poder subsistir es la única forma de poder adquirir este conocimiento. Realmente, ¿cuántas personas que podrían estudiar de forma presencial, sin estar pendientes de sus ingresos económicos, se decantarían por el modelo digital? ¿cuántas personas no hemos aprendido más haciéndonos un café con compañeros/as mientras debatíamos sobre los contenidos? Se podría decir que las plataformas se han convertido en esta especie de ágora, pero no olvidemos que la comunicación es tanto verbal como no verbal y cuando leemos un tweet o incluso este post no podemos saber ni el tono ni la expresión corporal, de hecho ya hay varios estudios de cómo agota mentalmente hacer un zoom o estar en varias videollamadas por el sobre-esfuerzo de atención por intentar captar todos los tipos de lenguaje. Referente al sector cultural y la formación online siempre han ido ligadas en período de crisis (usada en muchos casos como «la gallina de los huevos de oro»), cuando el sector fluctúa parece que la formación es la forma idónea de adquirir recursos, ¿pero hasta qué punto es sana esa dependencia? ¿la formación viene de forma globalizada? ¿o es unidireccional de unos países hacia otros?

Por lo tanto, considero que ha habido un auge de la cultura en formato digital, pero quedará más bien como escaparate y promoción: artistas que harán conciertos en IG en vivo para darse a conocer, sketch promocionales, ensayos retransmitidos, etc., se usará como estrategia de marketing. Las visitas virtuales a monumentos y/o museos sí que son herramientas claves para la democratización de los contenidos culturales, pues acercan sus contenidos a personas de cualquier parte del mundo con conexión a internet, como un tipo de turismo y de investigación por decirlo de algún modo «digital» pues están a kilómetros de distancia. Pero no creo que los nuevos hábitos de consumo se enfoquen hacia consumir una obra de teatro en una plataforma digital, por ejemplo.

Creo que ha llegado el momento que las personas necesitan volver a sentir, volver a relacionarse con su entorno, conectar en la zona donde viven, sus recursos e involucrarse con la vida de sus barrios o municipios, como es característico de la cultura mediterránea (perdonad otra vez por la generalización). Los movimientos vecinales durante la cuarentena han sido enriquecedores pues se han vuelto a conectar aquellas personas que vivían en barrios de grandes ciudades sin tener arraigo en ellas por el estilo de vida actual. Creo que la cultura girará hacia un consumo más íntimo, en pequeño formato, más local y personalizado; en el cual lo que prime sea la experiencia, el compartir tiempo y el descubrir de forma física. Creo, que por primera vez, las zonas rurales y los municipios tienen la fuerza y la sociedad tiene la necesidad de crear experiencias culturales locales para revalorizar su patrimonio, su cultura y su experiencia de vida.

En fin, volverse a sentir vivos/as.

El futur de la cultura passa per la digitalització?

Últimament veig que cada vegada hi ha més persones que advoquen o creuen que el futur de la cultura passa per la digitalització. A més, és curiós com s’utilitza digitalització com a sinònim de progrés, de no quedar-se enrere, d’estar a l’última. Però, realment ací està el futur? Pot ser que dos, tres mesos o un any d’una situació excepcional puguen canviar els hàbits de forma radical? Es pot parlar d’un fenomen global quan cada cultura és diferent? Hi ha, efectivament, un augment del consum digital de la cultura? És una revolució o es fan servir les mateixes eines des de fa anys? Aquesta situació atorgarà visions, opinions i perspectives diferents al sector o es seguirà una única línia? Qui determina la línia a seguir?

Titinicola(2017): Español: Uso de dispositivos digitales, educación virtual. By CC.

Fa anys que la digitalització va entrar a formar part de el sector cultural. Al 2012 van aparèixer una sèrie de blogs i twitters / es que pretenien donar una visió alternativa, diferent i crítica sobre la gestió cultural imperant. En el seu inici va ser ben acollida, encara que la majoria s’amagaven darrere de pseudònims perquè no descartaren les seues perspectives per no tindre certa edat, estatus social o laboral. Part d’elles van aconseguir que les seues veus foren escoltades. Però quasi una dècada després, hi ha hagut un canvi o realment segueixen sent aquells que tenien l’estatus (ara des de les xarxes socials) tenint l’exclusivitat en la seua escolta, l’etiqueta de «rigor professional», i la resta repeteix les seues idees a manera de «mantra»? Podem caure en la situació que per seguir aquesta línia (en aquest cas apostar completament per la digitalització) l’acabem provocant? Les xarxes socials són espais de debat o de seguir les idees de persones amb segell de «legitimitat»? O, en canvi, són ​​les grans corporacions que decideixen realment el futur de la cultura advocant per les grans plataformes i els professionals que pensen que això és avantguarda es sumen i empenyen el carro? Ens falta «escolta activa»?

D’altra banda, es parla de digitalització de forma global. Però, no cal oblidar que cada cultura és diferent i els seus hàbits de socialització diferents. La cultura mediterrània (perdoneu-me la generalització) es centra en el contacte entre les persones en espais públics i en llocs de restauració. Es veu clarament en el tipus d’urbanisme en el qual es barregen al mateix carrer habitatges i petits negocis. Quan es surt al carrer hi ha vida, de fet, la vida es fa al carrer. No obstant això, al Regne Unit (o als EUA) tenen un altre tipus d’hàbits i el seu urbanisme es veu reflectit er una banda en urbanitzacions completament residencials (sense negocis) i, per altra, centres neuràlgics de consum, com són els centres comercials o les grans superfícies. És curiós, per a algú procedent d’Espanya, passejar per les zones residencials i no veure cap bar ni botiga a les zones pròximes. A més, de la dependència que aquests models creen amb l’ús de vehicles i el xoc frontal amb les iniciatives per frenar el canvi climàtic.

Llavors, parlant de digitalització, el canvi de consum cultural serà diferent en aquestes 2 situacions? És evident, que en els últims anys, a causa de la globalització, hi ha una aculturització d’aquests models associats a progrés, innovació i modernitat. Però qui els relaciona amb modernitat i progrés? Les grans corporacions van crear la necessitat i ara mateix estan empenyent cap a aquest tipus de consum, en el qual preval el nombre i no l’experiència. És un model completament quantitatiu liderat per ells mateixos. Ells decideixen què, com i quan vas a utilitzar una plataforma o una altra i quins continguts vas a consumir. Recordeu fa 2 anys els anuncis de Tik ToK que apareixien en totes les plataformes. Alguns professionals de la cultura pensen que aquest canvi de consum procedeix de la mateixa ciutadania i el relacionen amb innovació. Per tant, donen suport a aquest canvi que tal com diu Hernández en el seu article Per què estan guanyant les tecnològiques: Netflix i el ‘lumpenartista: «més que debatre sobre el digital o del físic, s’ha de fer sobre uns models de negoci que estan derivant els ingressos cap a la cúspide de la piràmide i danyant substancialment les possibilitats de la resta d’operadors. que el món cultural es separe en molt pocs que tenen èxit i una gran majoria d’invisibles no és casualitat, sinó conseqüència d’aquesta situació «. És a dir són models que polaritzen (més encara) l’economia de el sector cultural. És com PRIMARK amb la roba. Però, si fins a l’informe PISA es fa una crítica cap a aquest model, la solució és adquirir aquestes maneres de socialització (que porten implícitament l’acceptació d’aquest tipus d’economia polaritzada) o revaloritzar la diversitat com un element clau?

Després d’aquest confinament en el qual els carrers estaven buits i ens estremia aquest fet, anem a adquirir un model que es basa en l’aïllament social? No hi ha una gran necessitat per part de la ciutadania de contacte humà? El consum de la cultura es basa en l’experiència sensorial, en el contacte amb altres persones, en l’intercanvi, en expressar-se amb tots els sentits, de forma digital es pot accedir a aquesta experiència? El cas dels YouTubers a mi em sembla revelador. YouTubers amb milers de seguidors que després van a un centre comercial o un festival i hi ha files de 3 i 4 hores simplement per poder veure’ls físicament i poder abraçar a la persona. Aquesta no és una mostra de la necessitat humana de contacte físic i la desvirtualització? La cultura no es basa justament en viure l’experiència?

Un altre aspecte que en la crisi del COVID19 s’ha fet latent és la quantitat de produccions digitals que han publicat els creadors culturals. Museus que s’han abocat a fer continguts didàctics a la web, teatres que han emès les seues obres, però la meua pregunta és: Hi ha hagut un major consum d’aquests recursos culturals per part de la ciutadania? O ha estat el mateix públic fidelitzat que els ha consumit i que, una vegada, es puga tornar a eixir al carrer i socialitzar reprendran el format anterior? És curiós el cas dels festivals en línia per quarantena, les primeres setmanes milers de persones es van connectar, no obstant en les últimes setmanes s’han desconvocat, passant a l’oblit. Per tant, la disponibilitat de la digitalització de la cultura per part dels seus creadors és latent i visible, però realment s’han obert nous públics? Hi ha una necessitat real del consum cultural digital? O és un substitut de la tradicional turisme presencial?

La formació en línia sí que ha trobat un repunt, però aquest tipus de formació ja estava en auge, ja que amb un estil frenètic de vida en el qual has de formar-te per ascendir laboralment, però has de treballar per poder subsistir, és l’única manera de poder adquirir aquest coneixement. Realment, quantes persones que podrien estudiar de forma presencial, sense estar pendents dels seus ingressos econòmics, es decantarien pel model digital? Quantes persones no hem après més fent-nos un cafè amb companys / es mentre debatíem sobre els continguts? Es podria dir que les plataformes s’han convertit en aquesta mena d’àgora, però no oblidem que la comunicació és tant verbal com no verbal i quan llegim un tweet o, fins i tot, aquest post no podem saber ni el to ni l’expressió corporal, de fet ja hi ha diversos estudis de com esgota mentalment fer un zoom o estar en diverses trucades de vídeo, causat pel sobre-esforç d’atenció per intentar captar tots els tipus de llenguatge. Referent al sector cultural i la formació en línia sempre han anat lligades en període de crisi (usada en molts casos com «la gallina dels ous d’or»), quan el sector fluctua sembla que la formació és la forma idònia d’adquirir recursos, però fins a quin punt és sana aquesta dependència? La formació ve de forma globalitzada? O és unidireccional d’uns països cap a altres?

Per tant, considere que hi ha hagut un auge de la cultura en format digital, però quedarà més bé com un aparador i per fer promoció: artistes que faran concerts a IG en viu per donar-se a conèixer, sketch promocionals, assaigs retransmesos, etc., es farà servir com a estratègia de màrqueting. Les visites virtuals a monuments i / o museus sí que són eines claus per a la democratització dels continguts culturals, ja què acosten els seus continguts a persones de tot el món amb connexió a internet, com un tipus de turisme i d’investigació, per dir-ho d’alguna manera, «digital», ja què estan a quilòmetres de distància. Però no crec que els nous hàbits de consum s’enfoquen cap a consumir una obra de teatre en una plataforma digital, per exemple.

Crec que ha arribat el moment que les persones necessiten tornar a sentir, tornar a relacionar-se amb el seu entorn, connectar amb la zona on viuen, els seus recursos i involucrar-se amb la vida dels seus barris o municipis, com és característic de la cultura mediterrània (perdoneu una altra vegada per la generalització). Els moviments veïnals durant la quarantena han estat enriquidors ja què s’han tornat a connectar aquelles persones que vivien en barris de grans ciutats sense tenir arrelament en elles, per l’estil de vida actual. Crec que la cultura girarà cap a un consum més íntim, en petit format, més local i personalitzat; en el qual allò important siga l’experiència, el compartir temps i el descobrir de forma física. Crec, que per primera vegada, les zones rurals i els municipis tenen la força, l’advantatge i la societat té la necessitat de crear experiències culturals locals per revaloritzar el seu patrimoni, la seua cultura i la seua experiència de vida.

En fi, tornar-se a sentir vius i vives.

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